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jueves, 16 de abril de 2020
martes, 14 de abril de 2020
lunes, 24 de febrero de 2020
Oración al Angel de la Guarda
no me desampares ni de noche ni de día
adonde yo fuere sé mi luz
y se mi guía.
Ángel de la Guarda, dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día.
si me desamparas, qué será de mí,
angelito bueno, ruega a Dios por mí.
MANDALAS
Texto e Ilustración: Lis Anselmi
Solo se volverá clara tu visión cuando puedas mirar tu propio corazón. Porque quien mira hacia afuera, sueña, y quien mira hacia dentro, despierta
(Carl J. Jung)
El psicólogo Carl C. Jung (1) comenzó a interesarse por los mandalas cuando, al despertarse todos los días, intentaba interpretar sus sueños dibujando círculos o mandalas. Así fue observando que estas imágenes tenían relación con su interior, representaban para él la mente en su totalidad, consciente e inconsciente.
Como gran estudioso de los arquetipos, descubrió que el de los mandalas se encontraba en el subconsciente colectivo, lo que explicaría que las figuras mandálicas hayan aparecido en distintas culturas, muy lejanas entre sí. Su interpretación mostró el círculo como símbolo de la psique, y el cuadrado como la materia, lo terrenal, la realidad.
Jung vio al hombre moderno en estado de desintegración, separado de sí mismo y empezó a utilizar las figuras mandálicas en sus terapias, como una forma de adentrarse en la individualidad de sus pacientes.
El mandala está compuesto por un conjunto de figuras y formas geométricas concéntricas, puede dibujarse a partir del centro hacia afuera o de afuera hacia su interior, lo cual implica la expansión de la conciencia o un viaje hacia nuestro interior. En este sentido, nos ayuda a concentrarnos y prepararnos para meditar.
Es un símbolo de la totalidad, de unión, de integración. Para los budistas, el círculo constituye la forma perfecta, el mandala significa el universo, el cosmos, la eternidad, lo continuo e interminable.
En el arte cristiano, también hay formas mandálicas, como los rosetones de las iglesias, la medalla de san Benito y los halos de los santos, de la Virgen y de Jesús; también en algunas pinturas e íconos, como en La Virgen de la zarza ardiente, o en las imágenes de Jesús rodeado por los cuatro evangelistas, el círculo es símbolo de lo divino.
Contemplar un mandala nos armoniza, nos centra, nos da paz, y esto se acentúa si lo realizamos nosotros mismos, dibujándolo o pintándolo. Cada parte del mandala es la parte de un todo, como nosotros, como todo.
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(1) Carl C. Jung, Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, El secreto de la flor de oro, El hombre y sus símbolos.
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